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domingo, 7 de octubre de 2007

Vida y Obra del Arquitecto

El arquitecto Fernando Belaunde Terry nació en Lima el 7 de octubre de 1912. Inició sus estudios primarios en Lima, los secundarios en Paris y se trasladó a Miami a iniciar sus estudios universitarios que culminó en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Texas, en Austin, el año 1935. Luego de ello, se mudó a México, donde su padre se desempeñaba como embajador del Perú. Había aceptado el encargo del presidente Oscar B. Benavides, quien gobernaba tras los tumultuosos tiempos que siguieron al “año de la barbarie”.

En la capital mexicana, inició su práctica profesional colaborando con arquitectos locales. Se asentaba la Revolución iniciada en 1911 y ésta había logrado despertar en la cultura y el ánimo nacionales un hondo sentimiento de orgullo por las raíces autóctonas del pueblo mexicano. Un intelectual destacado, José Vasconcelos, ministro de Educación unos años antes, había tenido una gravitación determinante en el asentamiento de este fenómeno. Fueron años de encendido entusiasmo para gruesos sectores de la sociedad a los que llenaba de euforia, entre otros acontecimientos espectaculares, el colorido dramatismo plástico de los muralistas. Sin duda, tiempos y escenarios auspiciosos para inaugurarse como arquitecto.

De regreso en Lima, el año 1936, se encontró con una profesión integrada por un puñado de personas formadas, casi todas , en el extranjero. Había que fundar, con ellas, una profesión virtualmente desconocida en el Perú. El reducido grupo de arquitectos en ejercicio era muy distinguido. Ello no obstante, los proyectos se importaban directamente privilegiando los estilos imperantes en Europa.

En el oeste de los Estados Unidos había empezado a imponerse una arquitectura que eventualmente se denominó “california” pues sus características formales provenían de las viejas misiones franciscanas asentadas en California. Se trataba de una arquitectura de raíz andaluza, de muros estucados, techados con tejas y adornada con románticos balcones de madera. A primera vista, sus orígenes hispanos y su acoplamiento a la geografía y al clima de California (en muchos sentidos similares a los de la costa peruana), sugería un camino por explorar. Seguramente debido a ello, en sus primeros trabajos profesionales puede apreciarse una notable influencia de la tendencia “californiana” a la que, posteriormente, se sumaron otros profesionales destacados como Enrique Seoane Ros y Augusto Benavides.

De esta época quedan algunas casas en la avenida San Felipe, en calles cercanas a ella y en Miraflores.

En agosto de 1937 fundó El Arquitecto Peruano, revista destinada a difundir las opciones y las ideas de la arquitectura, el urbanismo y el diseño interior. Se mantuvo al frente de ella por 26 años, hasta julio de 1963, circunstancia en la que le correspondió asumir la presidencia de la república por primera vez.

Su primera construcción importante fue el edificio Ferrand, ubicado en la avenida Wilson (hoy Gracilazo de la Vega). Se trata de una propuesta audaz pues, aprovechando del vértice de un terreno triangular, propuso una planta semicircular que producía un volumen en forma de tambor. Unas bandas horizontales de alfeizares y ventanas evidenciaban su incursión en el modernismo. Generó resistencias esta propuesta estimada excesivamente llana y finalmente, se encargó a otro arquitecto reformular la fachada en un lenguaje más clásico y convencional. Tiempo después, Enrique Seoane fue comisionado para proyectar un edición al frente de éste. Optó por una planta convexa para entablar un diálogo formal con su vecino. El conjunto constituye uno de los rincones urbanos mejor logrados de la Lima de los años 40.

Cristobal de Losada y Puga, entonces decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica, lo llamó a enseñar urbanismo. Lo inició así en la enseñanza, tarea que despertó su pasión y a la que consagró buena parte de su vida. De allí pasó al departamento de Arquitectura de la Escuela de Ingenieros. Al poco tiempo asumió su dirección y poco después, logró convertirla en Facultad, independizándola de los estudios de ingeniería. La enseñanza constituyó un medio invalorable para su conocimiento del Perú y sus necesidades. Orientaba a sus alumnos de ingeniería, sobre todo cuando llegaba el momento de acometer el proyecto de Grado, a estudiar problemas vinculados con el interior del país. Apelaba a los orígenes provincianos de buena parte de ellos para inducirlos a pensar en obras que pudieran beneficiar a sus pueblos de origen. Como consecuencia de ello, fue haciéndose de un rico “dossier” de proyectos integrados de represas, puertos, puentes y carreteras. Estos profundizaron su conocimiento del país y sus necesidades. Más adelante, formarían parte de su programa de gobierno.

Antonio Zapata, un historiador acucioso, ha escrito un libro muy interesante denominado “El joven Belaunde”. En el sostiene que El Arquitecto Peruano constituyó para FBT el instrumento mediante el cual fue explorando y anticipando su propio destino. Sin duda acertada, esta tesis estaría incompleta si no se reconociera la fuente que constituyeron los trabajos universitarios. Juntas fueron como dos piezas complementarias que articulaban un mismo propósito. Como en algunas fábricas de alimentos, de un lado el laboratorio exploraba el nuevo producto y de otro, la “sala de degustación” ponía a prueba su viabilidad y aceptación. En el proceso esos “productos” se iban convirtiendo primero en promesa, luego en posibilidad y finalmente en expectativa y programa.

Su curso en la Facultad de Arquitectura se denominaba “PNV” ( la denominación abreviada proviene, seguramente, de su recuerdo de Franklin Roosevelt, el hombre que llegó a la presidencia a inicios de su estadía universitaria en Texas. Roosvelt enfrentó la gran depresión iniciada en 1929 con una variedad de programas audaces a los que identificaba por sus iniciales; AAA, WPA, NRA, etc ) PNV quería decir Problema Nacional de la Vivienda. Difundía en él las ideas más avanzadas en materia urbanística y habitacional concebidas, principalmente, en Inglaterra. Entre ellas, resultaba particularmente relevante la idea de la “ciudad jardín” de Ebenezer Howard de las que provinieron las “unidades vecinales” que desde la UV3 de 1947 hasta la “Ciudadela Santa Rosa” de 1984 constituyen testimonios admirables de su valioso legado en esta materia.

En 1945 postuló a una diputación por Lima, integrando las listas del Frente Democrático Nacional que postuló Don José Luis Bustamante y Rivero a la presidencia de la República. Elegido diputado, tuvo una fecunda gestión parlamentaria en la que se gestaron las leyes más relevantes respecto del planeamiento, el urbanismo, la vivienda de interés social y la propiedad horizontal.

En 1956 fue candidato a la presidencia de la República por primera vez y, no obstante que su candidatura se gestó pocos meses antes de la elección, adoptó una opción de radical oposición al gobierno de entonces y no contó con el respaldo de ningún partido organizado, quedó en segundo lugar, muy cerca del candidato triunfante. Volvió a postular tres veces más: en 1962 (proceso electoral anulado por el golpe militar), 1963 (en el que se hizo de la victoria) y 1980 (en que fue electo por segunda vez. En total, gobernó el Perú por diez años, 2 meses y 4 días.

Su consagración política determinó que se apartara del ejercicio de la arquitectura. Fue una lástima para la profesión y una suerte para el país. Dignificó la vida política, condujo la atención nacional hacia los pueblos marginados y el aprecio de las tradiciones milenarias de una cultura sobresaliente. La arquitectura perdió a uno de sus miembros más lúcidos y más llenos de iniciativa y capacidad de convocatoria. De los 46 años que entregó al servicio del país, 10 estuvo en el gobierno y 10 en el destierro (enseñando en universidades norteamericanas. Los otros 26 años, plazo simétrico al de su dedicación a El Arquitecto Peruano, los ocupó estando “en campaña”. Ella consistió en un intenso peregrinaje de “pueblo por pueblo” en el que asumió la tarea de alentar en la ciudadanía orgullo por su historia, confianza en sus propias tradiciones y fe en su capacidad de atender y hacer frente a sus propias necesidades.

En sus años de juventud había contribuido a la fundación de la Sociedad de Arquitectos del Perú; había iniciado con Luis Dorich y Luis Ortiz de Zevallos, la enseñanza del urbanismo en el Perú; había construido el local de la facultad de Arquitectura de la UNI con donativos y jornadas de trabajo compartidos con profesores y estudiantes; Había creado el Instituto de Planeamiento de Lima, una escuela de post grado interamericano, con apoyo de la OEA y de la Universidad de Yale, con sede en la UNI, a la que concurrían estudiantes de toda América Latina; como diputado había creado la Corporación Nacional de la Vivienda y la ONPU (Oficina Nacional de Planeamiento y Urbanismo); Había soñado con la arquitectura como una profesión que liderara el desarrollo del Perú. Muchos nos contagiamos de ese sueño. Fueron nuestros años más intensos.

Ahora que ha parado, quedan los recuerdos de su calidez, de la abundancia de sus ideas y sus obras, de sus palabras hermosas y estimulantes, de su entusiasmo que provenía de alguna misteriosa fuente, de su permanente estado de inquietud que parecía originado en una profunda convicción: “no hay tiempo que perder: la vida pasa muy de prisa y no va a dejarnos oportunidad suficiente para todo lo que podemos servir”.

Falleció en Lima el 4 de junio de 2002, cuatro meses antes de cumplir los 90 años.

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