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sábado, 12 de septiembre de 2009

La olvidada historia del otro calentamiento global

Hace mil años, en un período que los científicos hoy llaman el Cálido Medieval, la temperatura de la Tierra se elevó en casi dos grados. El gran calentamiento, de Brian Fagan, describe cómo ese cambio favoreció a algunas civilizaciones y condenó al olvido a otras.

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"Más allá de Groenlandia, mucho más al norte, los cazadores se han encontrado con unos hombres de baja estatura, que tienen por nombre skraelings (…) No saben trabajar el hierro; en cambio, emplean colmillos de morsa como arma y piedras afiladas en lugar de cuchillos". El anónimo cronista de las sagas nórdicas del siglo XII describió de esta forma el enigma que representaban para los vikingos esas personas morenas y de ojos rasgados que se encontraban al otro lado del mar, en América.

Los navegantes nórdicos contaron no sólo con resistentes embarcaciones, sino con un aliado invisible: el clima. Porque durante un lapso de cerca de 400 años, el mundo se volvió un lugar más cálido. Los hielos retrocedieron, lo que les permitió a los vikingos avanzar hacia el oeste desde Noruega, así como 1.200 canoeros polinesios aprovecharon el patrón de vientos para llegar a Isla de Pascua.

Entre el año 800 y el 1200 de nuestra era, el planeta tuvo un leve aumento de temperatura, de 1,5 grado centígrado en promedio. Puede sonar poco, pero bastó para gatillar enormes modificaciones, a veces devastadoras, en la vida de millones de personas. El período Cálido Medieval, como se conoce a esa época, es el tema central de El gran calentamiento, el libro más reciente de Brian Fagan, un arqueólogo y antropólogo inglés que se ha dedicado a describir cómo el clima ha marcado a los seres humanos.

Las pruebas
El relato de Fagan forma un mosaico que se extiende por distintos puntos de la Tierra y que se nutre de múltiples fuentes: relatos orales y escritos, muestras de sedimento recogidas del fondo oceánico y hasta el análisis de los huesos de personas muertas hace mil años.

Gracias a esta evidencia, hoy los científicos saben que Europa gozó durante varios siglos de temperaturas que permitieron mejores cosechas (la estación de crecimiento de los cereales se extendió en tres semanas y las heladas se hicieron menos intensas y frecuentes) y que derivaron en un aumento de su población. Una época que coincide con la construcción de las catedrales (la agricultura dejaba excedentes para ser invertidos en grandes obras públicas), con los temerarios viajes de los vikingos y con algunos hechos que hoy sorprenden: por ejemplo, que las vides podían cultivarse hasta en el norte de Inglaterra.

Para que los vikingos pudieran navegar más lejos, antes tuvieron que retroceder los casquetes polares. El Mar del Norte aumentó su nivel, y eso también tuvo consecuencias en las costas de Alemania y Dinamarca, que perdieron miles de hectáreas de terreno ante el avance del mar.

Y si esta historia se parece a ciertos pronósticos que se han escuchado en los últimos años, no es casualidad. El período Cálido Medieval permite dar una mirada a los efectos que puede producir un incremento de la temperatura de la Tierra como el que se observa ahora.

Una de las lecciones más llamativas de Fagan es que la verdadera amenaza no está en los glaciares derritiéndose o en olas amenazadoras. La sequía es un fenómeno mucho más temible. En efecto, mientras Europa se benefició del Cálido Medieval, grandes extensiones de Asia, Africa y América enfrentaron graves períodos de escasez.

Ejemplos sobran. Muestras de anillos de árboles obtenidas de pinos en Mongolia en un lugar llamado Sol Dav revelan que en torno a 1200 se produjo una feroz sequía. El problema golpeó al corazón de un pueblo de jinetes que habitaba la estepas. Su líder, un hombre llamado Gengis Kan y que pasó a la historia como "El azote de Dios", llevó a su gente a buscar mejores territorios a punta de flechazos. Por la misma época, los mayas abandonaban en forma caótica Tikal y Copán (que habían albergado hasta a 300 mil habitantes) y buscaban refugio en pequeñas aldeas en la selva. Una sequía similar arrasó con cualquier indicio de vida en los asentamientos construidos por los indios Pueblo en el Valle del Chaco, EEUU.

Otros, sin embargo, hicieron frente exitosamente a la pérdida de precipitaciones. En la costa norte de Perú, la cultura chimú logró mezclar un uso razonable de la agricultura con la explotación del mar y forjar un imperio (que sólo fue sometido más tarde por los incas), mientras el mismo ciclo de sequías aplastaba a la civilización andina de Tiahuanaco. Si los pronósticos de los científicos para los próximos 50 años tienen algo de razón, entonces habrá que tomar nota más de uno de estos ejemplos.


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